Un cofre del tesoro enmarañado en un mundo que no funciona, como una araña extranjera de sus telas, la lluvia lavó mis manos, el oro se hizo piedra, tengo que volver al barro, al laberinto de deseos estancados, de cuadros pintados pero asfixiados, cansados. Respiremos juntos en silencio un influjo de pasión que rompa ese escudo oxidado, morder la nube, liberar la idea, y a esperar la caída.
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