En la piedra, me senté solemne, vigilante, te vi, quizás por ultima vez, no levante rascacielos, mi historia con las nubes es complicada, sobre la piedra, pensé, y pasó el tiempo sembrando sus caminos y debajo de la tierra edifique mi epitafio, y debajo de la tierra el exilio nunca se sintió tan bien, si después caigo, infinito bajo el encanto, no servirá la palabra, pues no hay planta más baja.
Tal vez fue en algún sueño que firme el pacto, me levanto como niebla, no soy cielo, ni araña, ni gato, ni amor, soy yo, sucio, indigno, seco, ignorante.
Los renglones apuntan hacia el espacio, me piden algo demasiado ambiguo, no lo van a entender, es demasiado amplio, como cierto rió, y demasiado apresurado, como la arrogancia del que se cree un adelantado. ¿Que saben las cartas sobre mi victoria? ¿Si me cuelgo mi alma va a seguir suspendida escribiendo un final?
Con un solo ojo apunte, convertí esa energía y atroné, todo esto es el destello, me dejo llevar, cierro los ojos y me dejo llevar, cierro los ojos y escribo, cierro los ojos y tomo del cáliz perdido. Salgo y no me acostumbro, mas, todas esas condenas, todos esas esperanzas ajenas, son pura excitación, y esta es la metamorfosis final, ser nada y ser algo y no existir en la realidad.
Lo leí en prosa, pero lo escuché como una canción.
ResponderEliminar¿Sale ponerle música?
Saludos,
J.
Bienvenido sea.
EliminarCoincido con comentario anterior. Entre tus mejores textos.
ResponderEliminarAbrazo, amigo.
Grazie Carlos.
Eliminar